Aunque esta novela entre en la serie de Rijogrande por el contexto en el que se desarrolla parte de la historia, nace en realidad de una pequeña fobia. ¿A ustedes no les molesta que los personajes  de novela negra tengan que llamarse Tim, Linda, Joe, o Glenda, con apellidos netamente anglosajones? Y eso, aunque escriba la historia un señor de Murcia. 

Creo que ya ha quedado sobradamente demostrado que los delincuentes y criminales patrios tienen poco que envidiar a los extranjeros, excepto quizás en la calidad de su armamento. Y puesto que muchos crímenes acaban resolviéndose en suelo español, cabe deducir que también tenemos buenos policías, aunque no se llamen Hank o Bruce. 

Tampoco, pese al empeño de cierta clase política madrileña, España se limita a la megaurbe capitalina. ¿Por qué no hemos de tener buenos policías en Albacete, sin ir más lejos (al menos para mí, que vivo cerca) y criminales autóctonos?

Pues eso, que de esa reivindicación surgió esta historia.