El homicida accidental

Pendiente de publicación.

El homicida accidental

De la verdadera historia de los sucesos de Rijogrande

Ya afincado en mi pueblo natal de la Mancha, cuando se me ocurren aventuras que le puedan acaecer a cualquiera, me las imagino en el contexto que habito, así que para evitar las suspicacias y no tener que elegir entre una u otra villa de aquellas en las que me desenvuelvo he inventado una para mi uso particular: Rijogrande.

Por la tal villa pululan seres caricaturescos y tópicos, como caciques o sacerdotes preconciliares, chafarderos, graciosillos, pero también abundan enemistades y odios, fueran estos recientes o antiguos.

Trato, en lo posible, de reflejar el habla de las gentes de la región, siempre acordándome de traducir para quienes han aprendido un castellano más formal y menos local. Sin embargo, renunciar al vocabulario autóctono de mis paisanos me habría parecido una pérdida de riqueza. Si algún lector llegase a sentirse algo perdido pese a ello, les recomiendo que busquen dos diccionarios que a mí me ayudaron muchísimo cuando llegué a estas tierras procedente de una gran urbe: la inestimable Tomepedia, de Tomelloso, y El Bienhablao, propio de la Manchuela.

De paso, si alguien quiere buscar allí las palabras que forman mi seudónimo de Bigardo Baladre, las encontrará.

A Judas-Odón lo conocen como Jodón. Lleva toda su vida en Rijogrande, trabajando en el ayuntamiento, y un buen día - o mal día, según se mire - lo jubilan. Vive solo porque su esposa falleció y sus hijos lo ignoran, de modo que tendrá que reorganizar su vida junto a su perro Torpe, el único ser vivo que aún le demuestra afecto.

Tratará de adaptarse a la nueva vida probando unas cosas y las otras, sin demasiado éxito, hasta que tropieza con un grupo de viejos veteranos de la jubilación, una miaja gamberros. A partir de aquí empezará a padecer una serie de acontecimientos que lo llevan al camino del crimen, pero siempre - a su buen entender - accidentalmente, como sin querer.

Pendiente de publicación.